21 de enero de 2007

Vida cerda

La marrana no se cansa de hocico hociquear, busca y rebusca y siempre encuentra algo para engordar. Es el sueño del dueño que la sueña al asar lo que la provee de restos que manducar. Ella cree que es el destino y que la vida es inagotable pero es su costillar futuro lo que la hace confiar.

¿Y nosotros?

Heridos de mala vida nos vamos muriendo sin realmente creer que podamos cesar. Sabemos que los altares se ahuecan cuando untan a los feligreses. Las limosnas como monjas se ajan y no alcanzan pero siempre hay.

Es el peso específico de mi nuca nunca.

La fuerza para mover el esternocleidomastoideo como video de lo que vendrá.

El derretir de la mandarina helada: así puede terminar un día.

La crisma de cristal.

El ventrículo de papel de arroz.

Los huesos como única prueba.

Crepitando jugamos a la muerte que se lleva lo cierto y lo tonto.

Y nos hacemos mayores como de plástico en el carnet, pero nada mas, nuestra foto se ofende cada año que nos parecemos menos y busco, busco no perderme.

Soy yo, uno más de los que intentamos el camino, sin saber nada, con esta sensación pertinaz de desconcierto, de no estar en el concierto, de soñar despierto y no distinguir que es cagar y que es dormir. Como un dedo en la nariz me resbalo y me trabo cuando hay presa. No es nada pero así se pasa el día. Así.

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