21 de enero de 2007

Despues vivimos

La tensión de ser quien somos, esa ínfima, esa desbordante, la tensión que nos cuesta ser quien somos. No la distinguimos porque a esa tensión aquí en la tierra la llamamos vida.


En el fondo todo empieza ahí. Y recorremos los monumentos de nuestros logros y nos perdemos a cada paso, a cada paso. Distinguir esa apenas fuerza tensa de lo que somos esta tan lejos, tan lejos. Está tan oculta bajo miles de capas que consideramos importantes, a cada una. Cada una de esas capas serviría para explicar porque estamos aquí en el segundo correspondiente pero ninguna de ellas es cierta, es apenas lo que pasa mientras estamos vivos sin saber apreciar el lento ritmo interno confundidos con toda esta velocidad.

Tan constante, tan de todo el tiempo que creemos que esto es vivir y lo otro una quietud insoportable. Espantados con el congelado paso arbóreo elegimos lo que no somos con tal de no ser eso que somos: Una lenta cadencia que va aprendiendo y que jamás adquiere mas velocidad que una hoja en ruta anual, una estación, luego otra, aunque queramos ver muchas en cada ciclo. Es eso lo que nos mata: el nunca atrevernos a ser como un árbol, pero no somos mas, no lo somos. Nuestras épocas se suceden con una regularidad exasperante pero solo avanzamos si hemos decidido hacerlo.

Es la desconfianza que tenemos lo que nos detiene. Venimos montados en un cuerpo que parte de una sola célula y somos en ese momento lo que moriremos, igual que una semilla es olmo o nogal. Lo será por más o menos tiempo, llegará a dar frutos o no, caerá de viejo o se cruzará en el camino del hacha como de la bala, de la enfermedad o del olvido pero habrá sido. Empieza con la apenas diferencia de la nada y se monta en caminos de venas y temblores hasta que un día los líquidos fluyen porque algo late, ya no se detiene hasta que lo hace. Sabe como seguir y sigue, inconscientes a todo nos desarrollamos sumergidos en lo tibio que la madre nos guarda, en lo blando que su cuerpo es para nosotros, en las sensaciones de los ojos cerrados para un cerebro que solo distingue lo primario de donde ya esta el placer. Así nos pasamos nueve meses hasta que el primer ciclo termina.

No hay comentarios.: