21 de enero de 2007

La piel

La soledad no es mas cierta que la mentira acompañada pero es mas paciente como maestra. En ella se descubre de a poco pero lo cubierto se revela, se muestra, se expone. En medio del desfile nos quedamos con una de las certezas y el resto espera su turno.

Por ejemplo: en medio de una ducha notamos con asombro que nuestro cuerpo se puede limpiar solo. Toda la vida repitiendo un patrón y de pronto sucede que la mano no necesita mapas para llegar al culo. La sensación de ser acariciado por tu propia mano que va por donde quiere es nueva. Viviste mil años, pero no había pasado eso todavía. Entonces todas las caricias se reviven, se revolucionan en el disco duro que las guarda y que las inhibe cada vez que vamos a sentirlas, esa memoria que las congela pre-viviéndolas cada vez que vamos a recibirlas.

La prisión del que nunca ha sido violentamente arrancado por una pasión es tan firme que lo que lo arrasa son esas caras de éxtasis, de explosión, de revolución ante lo penetrante, lo que penetra y es penetrado como un barco que iza velas en un mar de pronto embravecido y golpea con el agua confundiendo el arriba con el adentro, el afuera con la sal y la espuma que le llena la boca ahogada hasta el suspiro de terminar y vuelta a empezar, las manos agarradas en garra a los bordes de la calma, haciendo fuerza oponiéndonos para que el otro llegue mas y duela y no se pueda parar. En ese instante nada más existe igual que ese instante no existirá cuando nos despertemos con el olor a café de una mañana que lo funde todo.

Le escribí un mail diciéndole que me gustaría que viniera, ella me respondió que le gustaría venir. Eso es una sensación.

Después de la ducha resulta que la vida va por donde lo fácil va. No es un consejo, es una revelación. Avanzamos como topos sin salir a la superficie, chocándonos con las piedras y las raíces, invadiendo madrigueras ajenas creyendo que eso es algo de lo sublime.

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