21 de enero de 2007

Mensaje

Estaban escondidas en la caja del reloj sobre la chimenea. Estas son las palabras de un hombre desesperado:

No se quien soy y vos tampoco lo sabes. Yo no sé quien soy, nadie lo sabe. Ni siquiera sé que significa saberlo. Tampoco sé si importa. Que frase hecha más absurda, apenas sé para lo que no he servido. Acorralado por la suntuosidad del cretino, atrono con mi destino y con los demás como si latir fuera. Me quiebro sin respeto por las normas del error, me parto como arena seca de una gota congelada. Me derrito y me apelmazo, me descompongo, me avecino, me doy lastima, me lastimo, se me pasa la fecha y me caduco, se me rompe el sello y me descartan sin haberme pecado todavía y yo en pleno abuso de mis facultades no me defiendo, entiendo a los que me sofocan, quien no pudo, no pudo y yo sin estrenarme me he podrido, pero solo un poquito, casi nada, todavía mis lacto bacilos pelean contra microbios imaginarios, ya sin el mismo brío de la fecha en que me fabricaron, pero con dignidad y arrojo, que es lo que importa, vamos, hombre.

Con ojos ciegos me odio en el espejo de la peluquería, me quitan pelos de donde no quiero verme. Sin los anteojos no llego a tocarme las raíces y solo distingo quien anda de quien camina. Las manos que me cortan me acarician, como en la vida misma. Los restos me caen en el pecho de la toalla y algunos en el suelo del abismo. Los veo pero también sé que cayeron, que están cayendo, que seguirán cayendo para siempre de mi tumba que los guarda. La madera del cajón no es otra que el amasijo de lo que me he perdido. La tierra ya se abre parte a parte y reclama de lo que apenas me queda. Les daré su porción a los gusanos pero si alguien pensaba alimentarse con mis reclamos, le aviso, ya los he dado casi todos en la carretera.

Es que los confundí con las manos y en cada estrechar dejé que los oyeran. Como a todos a mi también me pareció gratis el crujir de las esteras y como cuando llega la cuenta ya no hay vueltas, temo haberme jugado las herencias de mis hijos no llegados. Espero que las deudas se licuen en los mares del marzo en que me hallen.

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