31 de marzo de 2008

La actriz peluda

Tu hermana en el balcón.
La sombra de los maleantes.
El escarabajo insomne.
La actriz peluda.

El canto de una moneda de veinte.
Uno de los mil rayos de una bicicleta.

El canto lento que no entiendo y me emociona.
El olor interno de los alfajores Habana.

El suspiro del que por fin se sienta a la mesa.
Las miradas furtivas de dos que ya no se hablan.

Las ganas de paz que mi amigo Claudio tiene.
Los ojos de Olga que ya aprendieron a no pedir permiso.

El tacto diferente de una sabana cuando se comparte.
Tu mirada que ya lloraba antes de que lloraras para mi.

El tiempo del que nunca me canso aunque sepa que se cansara de mi.

La jaula de grillos que nunca vi hasta ahora pero que me encantaría.

Saber que Rafa me quiere y que ni él ni yo sabemos porque.

El hombre que hace un rato me agradeció un cigarrillo tocándome suavemente el hombro.

El avión de Dani con el que no pudimos jugar por el viento.
Uno de los dientes de Pa que brilló justo con el sol.

Pero sin que pueda evitarlo,
tu hermana en el balcón.
La sombra de los maleantes.
El escarabajo insomne y siempre, siempre la actriz peluda.

30 de marzo de 2008

Eso somos

La tentación de una segunda vez y de una tercera.
La tensión enana en que nos enmarca la tristeza.
La suave decadencia de lo propio.
(para mas datos recordar el sabor ácido de la primer ciruela y la dulzura que hubiera podido tener)

Entonces una constancia de carozo.
Un andar cansino y la promesa de que un bidet
no nos será nunca suficiente.

Un libro no leído ni añorado.
Un secreto, al fin y al cabo.
Algo de lo que hemos podido prescindir por no haberlo presentido siquiera.
Una verdad impactante a la que hemos ignorado sin siquiera la constatación de lo negado.

Eso somos:

Una alegre luz que ilumina a cualquier lado.

Pecar en el blanco

La necesidad de un trago de agua.
La imperiosidad de la próxima inspiración.
La cadencia exacta con que el corazón late.
El fluir insaciable de los líquidos del cuerpo.
La temperatura gravemente constante.
La boca dispuesta para el beso,
Para el pan,
Para la tierra.

El deseo acuciante.
La presuposición del sobresalto.
El mal humor desbaratándolo todo porque sí.
El pelo sin lavar.
La piel deshecha.
Un resto vestigial de cola de pez.
Tipo de labios, tipo de pies.
Un tipo entre muchos tipos.


La solemnidad de todas las cejas.
La desconfianza en la nariz.
Las orejas para el miedo.
Todo el resto para la piel.
Que esta deshecha.

Un no quebrado,
la distancia con lo alado,
la impaciencia del poeta haciendo sopa con las viandas de la vida,
la estupidez explicándolo,
dolor de oídos, calambres, tirones, desgarros,
quebraduras, espasmos, irritaciones, pruritos,
sarpullidos, intenciones, desatenciones,
tensiones milimetradas contra el descalabro.

A todo esto los huesos, los maravillosos huesos, los indispensables, los fiables, los porosos, los mucho más eternos que nosotros, ellos.

El nivel de azúcar, de potasio, de tungsteno.
El colesterol colateral.
Úrico ha sido el que se empacho de otros.
Como lo linfático drenante.
Como lo estático imposible.
Como el colon, el grueso, el fino y su glorioso escape.

Aún así pensamos, discurrimos, mentimos, ganamos.
Aún con todo este barullo introducimos, eyaculamos,
Nos lanzamos al mas barranco de todo lo profundo.
Nos equivocamos.

Ojalá que podamos seguir errando,
Ojalá que algo quede para nosotros.
Al fin la última libertad humana.
Pecar, fallar, errar al blanco.
Aunque sea: poder equivocarnos
Para de vez en cuando poder distinguir
El desasosiego de la sensación
El salir del irse
El llegar del quedarse

Distinguir mas no sea el pan del agua
y de la tierra los hombres de buena voluntad.

Desde que te fuiste

Desde las formas de lo humano te busco,
Anclado de este lado necesito tu mirada,

Revivo cada uno de tus roces,
Y me pierdo en tu ahora de fantasma.

Recordándote me pego contra la nada
donde siento ahora tu presencia.

En medio esta mi vida y alrededor tu muerte.

Y soy mas que nunca un caminante.
Que te añora, que te tiene y te ha perdido,
Que te imagina confirmando lo soñado.

Recorriendo lo prohibido como un niño
Encontrando las pruebas del supuesto
Riéndome de lo que estaba equivocado
Y a pesar del dolor acumulado

aún maravillado con lo nunca visto.

La emperatriz

La verdad es agua que me falta
no dices y todo es sequedad
no sale el sol aqui.

Y te empeñas en seguir,
pasillo falso tu silencio
dolor cierto, si me voy
volveras, volveras.

Al fin debo interpretar
cuando te callas
cuando te ries
cuando no llamas
cuando cedes.

Al fin quiero la verdad
te pasa lo mismo que a mi,
escapas de quien te ama
y te mueres por un adios.

Lo que no dices encierra
lo que sugieres miente
decir “no se” llega a ser no
cuando dudas del amor.

Al fin debo interpretar
cuando te callas
cuando te ries
cuando no llamas
cuando vuelves

Al fin lo que amo
es lo que supongo en ti
y siempre me equivoco
y vuelvo a ti.

21 de marzo de 2008

Abrir

La traducción tierna de lo que de verdad hemos sentido.
La ignorancia que sinceramente precede al deseo.
La confesión ingenua de lo que nos avergüenza.
El poder enorme necesario para sostener la correcta mirada.
El valor que nos permite desnudarnos con los brazos abiertos.

La confianza con ojos al dejarnos caer en esos, y solo en esos, brazos abiertos.

Significan

Una vez me encontré un candado y estaba cerrado y estaba oxidado. Lo pinté con tizas y lo colgué en la pared aquella donde colgaba las llaves viejas, los picaportes perdidos de sus puertas, un clavo enorme que había estado clavado en una viga durante muchos, muchos años y que una noche el fuego libero para mi.

Pendía del hilo trenzado en tres colores que la madre de Martina usaba para todos sus paquetes y que quedó unido a mi mochila durante varios viajes hasta que se encontró con el candado que a su vez me había encontrado a mi.

El hilo venia de Suiza, el candado de Madrid y la pared era de barro del valle calchaquí.

Ahora esa pared esta en un caja y dentro están el candado y su hilo, las llaves y el clavo.
Hay un cairel de la araña sobre la mesa del comedor de la casa de mi abuela.
Un posavasos de cristal roto que me regaló Graciela la mamá de Soledad.

Un pedacito de una camiseta que me compré en Brasil cuando fui con Jorgem y Paulo que dice Salvador.

Una cucharita de alpaca de las que me regaló mamá.

Un señalador de la Biblioteca Popular Cafayateña.

Una diapositiva de Fernanda y yo estando muy relajados.

Mi primer carnet de conducir internacional.

Una piedra. Un arito que usaba. Dos jaboncitos en forma de corazón que me regalo Dora que fue la primera que me lo robó y que veinte años después me lo devolvió, vaya.

Hay que ver

Hay que ver como te quiero
Hay que ver.

No se como decirte
Algo así como enero al mar
El mundo a las plantas
Algo así como

Un domingo al sol
Un domingo a la lluvia.

Te quiero, hay que ver como te quiero.
Hay que ver.

No se como explicarte
Si me miras a los ojos veras
Que te quiero como al aire

El que tu respiras
En el que te ries

Si me miras a los ojos veras
Que te quiero como al sol
Como al dolor que me enseño a quererte

El que tu calmas
En el que te creces.

Hay que ver como te quiero
Hay que ver.

No se como jurarte
Algo así como la palabra al honor.
La piel al sol.

El principio al final
Al fin y al cabo es igual.

Te quiero, hay que ver como te quiero.
Hay que ver.

Fasres Dhcseaes

¿Por qué te preocupa el arquero si lo que te matará es la flecha?