14 de enero de 2007

Ya no hace falta ir

Como una tradición mal escrita la lluvia nos moja sin dejar mensaje, o dejando el equivocado, o dejándonos estupefactos a la espera de un tren, de un humo, húmedos de la vergüenza persistente de no haber sabido como detener las ventanas empañadas, las de tus ojos suplicándome un poco mas de azúcar, con tu tacita en la mano, tan en lo vano de la puerta.

Quieto dejo que mi alma tome la forma de la planta en la que me he convertido en todo este último verano sin escarcha y sin llantos. No ha ido mal, ha ido regular, pero se ha ido.

Exactamente como la utilidad de una botella de vino cuando ya la hemos bebido.

Partido, marchado, fui ido por las circunstancias de tu ya no venir. La tristeza de echarte de menos no me tuvo engullido, tan solo levemente ajeno a lo mío, a lo tuyo, a lo siempre que pudo ser nuestro, a la increíblemente petulante ilusión de amarnos para toda la vida.

Pero el tiempo de olvidarte se acaba con las últimas moscas. Ahora vienen los nuevos y procaces silencios de por la tarde cada una de las veces en que llego cantando la misma canción de los buenos borrachos. No me quejo, solo deseo que el movimiento sea sin el conflicto y tal vez esto sea demasiando pedir, nada mas que demasiado pedir.

Pero aclarémonos para entendernos, estar aferrado a la orilla también era vivir ¿no?

Como un dibujo animado

Hoy la tristeza tiene cara de miedo
y asusta a los que la miran y a los que la sienten.
Miedo hay por los rincones
y miedos corren por los pasillos interiores.
Los terrores en desuso se descuelgan
por los mamelucos de los traidores.
 
Tratan de traer lo trajinado en extensos
parajes de renuncia.
 
Rehagamos lo pospuesto
y tendremos la vida que nos hemos perdido.
 
No somos más que ovillos en sus manos temblorosas
y quien tiembla miedo tiene o frío,
que es lo mismo pero se cura diferente.
 
Siempre es igual mi corazón,
atrevido, atrapado, atragantado y a trasluz.

Yo los llamo recuerdos

Valsain, amaneciendo entre la niebla, primavera y el viento mueve la hamaca en el balcón.

Me despertó algún sonido crujiente dentro, nada doloroso, crujiente como un pan francés encerrando especial de jamón y queso, el café con leche a la altura de la nariz en esa taza tan pesada, algo pasó que no puedo recordar, tal vez me llamó la atención la luz de la ventana en ese bar, en ese mediodía, un grupo de chicas amigas de mis hermanas volvían de hacer algo en su colegio a la vuelta de casa, era sábado pero ellas volvían del colegio y no sé porque las recuerdo de verde y mi viejo estaba con el Rubio que se reía, el acento, su risa, el bar que iba y venía, la cuadra que me separaba de casa, los seis pisos, la mañana de sábado, la compañía de mi viejo, estar solo con él, el sándwich, no sé, pero no dejo de recordar esa mañana, no dejo de recordarla.

Mientras, fumo y busco a tientas un cenicero con la luz del mechero, quiero seguir escribiendo, voy hasta la cocina y encuentro la tapa de un frasco que no he tirado, quien sabe, y que ahora me sirve, repito, a lo mejor, como esa tarde de lluvia, a lo mejor, que tendría, seis años, siete parado en la galería de mármol del La Salle, en penitencia de no sé que, todos en clase y la luz de la mañana desaparecida tras el vendaval. Tenía pantalones cortos y podía jugar a ver como movía las rodillas sin estas cicatrices. Las gotas caían con tanta fuerza que llegaban a mojarme y los truenos eran enormes, el cielo violeta, nadie cruzaba el patio y se iban juntando los que esperaban bajo la pequeña galería de las aulas de enfrente. Estaba nervioso, tenía miedo y movía las rodillas, ahora las muevo también, esta amaneciendo y las montañas aún nevadas se recortan apenas contra las nubes blancas como la nieve blanca de este cielo nublado de tantos años después.

Ella me decía “Alain Delon” y tenía los ojos mas azules que yo había visto nunca y se reía conmigo y yo me imaginaba guapo porque ella me lo decía y hasta llegué a darme cuenta que era así pero un día me olvidé.

De esos recuerdos habló, una específica tarde de verano en Miramar mientras acompañaba a Geno que dormía la siesta hasta que pasaba Mariposa y ella me pagaba una vuelta a la manzana o sonaba la campanita del heladero en bicicleta o nos íbamos al centro y jugábamos a los jueguitos, paseábamos por el bazar o me comía una porción de pizza de muzarrela que me la daban con servilletas cuadraras de un papel gris y duro, áspero por un lado y rígido y brillante del otro. Esas servilletas no servían para nada, la grasa seguía en los dedos y al querer limpiártela de la boca te la repartías por toda la cara. Habremos ido muchas veces pero yo recuerdo esa, y esa otra, agarrado de su mano, volviendo a casa, distinguido de mis hermanos por su mirada. Tanto estuve con Geno y lo que quedan son retazos, la estatua de la sirena verde de la plaza Martín Fierro, la baranda de las escaleras de piedra que eran como un tobogán que te lastimaba y llenaba los pantalones cortos de piedritas. Geno y Felipe son sus caras vistas desde el ombú, la calesita, la panadería, la casa de al lado media tapiada donde vivían gentes desconocidas y huidizas, las plantas enormes y descontroladas del jardín, las tostaditas de jamón que Geno ponía al fuego hasta que se hacía casi transparente, su cuarto, su cama donde dormíamos juntos, el baño verde del agua que no termina, los diarios enormes de Felipe, de nuevo la luz en la ventana, el silencio de la siesta, los cajones repletos de naipes y fichitas, estampas, cartas viejas, el aparador de la cocina-comedor que me guardan Ale y Norby, la cocina que era como un armario, el mantel de hule, sus caricias. Estuve tantas veces pero yo recuerdo estas.

¿Cómo recordaré esta mañana en que me levanté como a las cuatro y te llamé a la Argentina para contarte que te echaba de menos? Esta madrugada en que ya no me pude dormir y salí a cazar mariposas y se me vinieron estos cosos que yo llamo recuerdos pero que no lo son, serán como pieles que se nos han ido agregando y que con los años aprendemos a oler, no lo sé, pero ahí están tatuados y un día soltando el aroma avisan que van a volver.

La tapa del frasco tiene un plástico que la convierte en mal cenicero pero ya no me quedan mas cigarrillos y los caballos son empujados al campo para que aprendan a pastar una vez mas, como yo que saldré a buscar sillas hasta La Granja, trataré de llenar formularios pendientes, haré cuentas, repetiré las últimas noticias a quien las pregunte y no me daré cuenta de lo que está pasando a menos que me despierte la luz de un reflejo en la comisura de un cuento de uno de tus ojos que me mira y me esta amando.

Entre vivo y muerto

Mi verdadera voz, la que canta cuando la bañera se abre para caer bendita, estrecha, extraña. Agua bendita por los mil pasos debajo de tus pies, pasando por tus paredes y junto a las cloacas. Llegan aguas de las misteriosas tuberías que pasan por debajo de la plaza en donde se etiquetan funerales, se marcan jotas, se repiquetea de fiestas masivas que transforman con sus saltos al agua que pasa debajo, y pasa a los saltos, bailando como nosotros bailamos y es entonces cuando los que no habían venido comienzan a llegar. Algunos dicen que es porque el ruido los despierta y los atrae. Yo sostengo que se han levantado con la boca seca del verano por la noche, y después del primer sorbo del agua cantarina contoneándose en el buche no pudieron contenerse más.

La mirada total sobre los ojos de los ojos, como si los cachetes se hubieran estirado hasta convertirse en explanadas, una nueva referencia visual que existe y nos obliga a replantearnos la que nos sostenía hasta ahora y que parecía respetable. La nueva es como el horizonte de un barco y uno no sabe para donde correr porque el equilibrio de los pies se impotentiza de rabia al confirmar que no logra nada mas que patalear en el barro del aire que ahora y amorosamente nos camina y nos camina, árbol de la alianza sagrada y eterna, nos camina.

No sé cuanta habrá durado y ni siquiera sé si sucedió para la mirada de otro que hubiera estado mirando, yo mismo ni siquiera lo vi con mis propios ojos. Me pareció suceder como me parecen mentira tantas cosas y que a pesar de serlo me sacuden los bolsillos, me arrancan las almas, me dejan tan tirado como este resbalón que me he dado en la ducha de mi baño, hoy miércoles de enero y que sin duda ha sido la caída mas lenta y mas la última que he tenido.

Ducharse como una forma de bendecirse cotidiana y a la temperatura que uno quiere.

Sentarse todos los días a desarrollar esta forma que no asegura nada pero propone.

Fumar si hace falta por los respiraderos que lo hagan, despejar el humo para ver agregándole una niebla distinta que de a poco irá desapareciendo porque esta inventada para eso: suplanta lo que no quería moverse con su misma esencia pero con la promesa de ir dejando pequeños huecos para ir viendo lo que hay detrás y de a poquito, como discurso de militar cuando arranca de cuajo el cuajo y los demás estómagos del poder mientras te acaricia con mantas contra esos cucos demócratas y te dice que es por unos meses creyendo que podrías hacer algo por evitarlo. El sabe, yo se, que sabemos todos de lo perfectamente que están las cosas cuando el ojo del fusil nos mira tan fijamente como en este casco.

De una forma nueva y desconocida como algodones de compresas que nadie ha usado todavía me veras atravesado todo el día y te preguntaras que hago cuando no lo estoy. Leeré en tus ojos el camino y me iré desatravesando. Declaraste ofenderte con las lunas que yo dije en marzo y yo que no recordaba ni lunes ni soles pero sabia que algo en ese marzo me había divertido mucho, ¡ah! Era que las verdades no se dicen así, que de pronto suelto eso y que quien me creo que soy. Una paloma se parece mas a un venado que mi cara al entendimiento y te das cuenta que voy entrando y me dejas entrar hasta que hayas cerrado el corral. No me cabe el culo en ninguna parte y eso me salva, te lo dije de la forma que vos me lo decís siempre y reconocer que podemos es la amistad de saliva en la palma, apretando bien los puños, al rescate.

Pero somos todos tan rubios cuando queremos que caminamos los pastos sabiendo que cada brizna es un cartel de prohibido pisar. La inmovilidad de no saber a cual aplastar es desgarrante. ¿Qué hago? ¿Avanzo sin fijarme o destierro a pisotones y que sea lo que Dios quiera? Avanzo y ya veré las cuentas, que tal vez nunca lleguen porque no se ve a nadie controlando, a lo mejor sea todo gratis y esto del billete un juego en el que estamos porque queremos. Nadie recuerda cuando se abrió la caja de cartón ni quien desplegó el tablero pero venimos jugando desde un domingo a la tarde sin despertarnos y tal vez vaya siendo hora de proponer un poco la iluminación o algún otro estado mas evolucionado de la conciencia. Prescindir de las rentas que hayamos podido conseguir invirtiendo en lo más arriesgado que hayamos podido hacer. Congelado me despeino a cada trozo y siento el furor huracanado de los comienzos. Las venas no hacen más que escupir últimas noticias y el cerebro tiene canas y bigote y sobretodo: una boina calada entre la calavera y el escote.

¿Qué más dará?, se preguntan los habitantes de la noche. ¿Entender a cada paso o írsele todo revelando a trompicones? Una codorniz atraviesa volando la luna sobre el estanque pero su vuelo es corto y cae pesada sobre el agua que de tan espejo se quiebra en mil pegasus volando con trazas de luna sobre los hombros contrayéndose en un esfuerzo que solo esas alas podrían explicar.

Por eso fortalezco lo que se volverá senil, no me importa que envejezca, lo que me aterra es perderlo. Sentir la atrofia de lo diario en lo más querido es como remachar con los dientes el contorno de la cadera amada. Amarrar con canelos gruesos y rugosos el cuello de un perejil recién nacido, abrazar hasta la asfixia al brócoli más verde que había en la huerta congelada del supermercado. No le busques la costura porque no la tiene, soy yo en mis paños mas menores y me vengo usando desde hace tanto que la vergüenza es casi un requisito, si no es una será otra pero el ridículo estará primero en tu mirada y ya veremos si logras desnudarte acorde a lo pactado. Yo por lo pronto me despego los gayumbos como si tiras de piel, rasgando las epiteliales estando seguro de que si no estas no habrá milagro y solo estaré desnudo en el medio de una gran plaza, sobre un pedestal, bajo un foco de cien mil watts y con todo el mundo mirando para otro lado.

Así es como les importo.

Como un pedo en un pedestal cagándose de frío, como una marioneta en un gesto congelado de chocolate y fresa, como la última lagrima que has perdido en una apuesta callejera. No mucho más pero siempre algo tangible, la imagen se pone en movimiento y todos los que estaban vestidos se esconden en la misma boca de metro. Parapetados por las barandillas ahora si me miran y yo justo estaba descargando lo vivido y no es que oliera justamente a las rosas que me había comido.

Entonces es que tú me lo das, yo lo recibo, lo cocinamos, lo compartimos, lo departimos y luego lo olvidamos o quizás nos quedó algún comentario de las veces que lo hemos repetido. Pero su camino sigue, de hecho yo cuento con que va a alimentarme y al final eso es lo importante, vamos, lo es, me alimento de vos a todas horas y cuando nadie mira me seco con la toalla que olvidaste para que tus células se me agolpen en los huecos que las necesiten, para curarse o como una forma de perfumarse o como un camuflaje, para algo sirve, lo que siento en el tejido no me parece extraño es mas bien como una piel que me has dejado y yo uso silenciosamente en la oscuridad que tiene lo que se ha mojado.

Pero al final cae la noche y se escucha el silbido de la olla a presión, las estufas a todo lo que dan, el aroma del conejo criado con la berza y las cebollas, la temperatura lograda, el silencio por el que vivo aquí, las llamadas invitando a quien sabe que otra vez recoveco del juego ya jugado.

Me he propuesto algo y no voy a confesarlo. Simplemente lo haré y quedará entre mis tesoros ocultados. Te recomiendo que hagas lo mismo hoy. Las invitaciones siguen en pie y al pie iré a que me diga que debo hacer. A veces me entero y otras como si no me hubiera dicho nada.

Nutrición

Tengo un crujir en la boca que algunos llaman comer, no:


Solo es distinto.

Lo primero es una pura ilusión.

Incorpora sensaciones como ravioles de lavanda, cortinas de mandarino, espejismos ahumados, unas impresionantes explosiones de jamón serrano… pero no dejan de ser un algo más de lo mismo, eso si mas nutritivo, mas tormenta y menos aguacero, menos esas cosillas doradas que colgamos al sol y que nos quieren tanto, si por llevarlas nos dejamos tanta losa y no nos importa nada, si ni sabíamos que esas cosas hablaran.

Entonces retomamos la canción:

Tú me darás de comer y yo me creeré que estoy comiendo.

El momento

Cada uno hace lo que quiere y de esa manera se incorpora al plan divino.

Como la ley de los grandes números, no se sabe quien, pero si sabemos cuantos. Cuantos morirán, nacerán, amaran, compraran el diario, patearan al perro, besaran, mataran, torturarán.

Ahora estoy pensando en el plan divino y también me estoy rascando los huevos.

Seguramente Dios ya esperaba que yo lo hiciera pero lo hice porque... que sé yo, me fumé un porro al desayuno que no tomé, hacía calor, miraba las montañas, me acosté en la hamaca del balcón, se me comenzó a ocurrir todo esto y hace dos días que no me baño.

Pero

¿Alguna vez vas a mirarme detrás de los cristales?

Sino,

¿Qué sería de las entrañas de lo amado, perdidas en el mensaje que no escuchamos, que nunca jamás escuchamos?

Abrazado a la melancolía de no encontrar la tecla y de estar envuelto, amanece fuera de mí.

Mi piel esta espejada, refleja nubes y tormentas en los lugares indicados, remolinos y huracanes, alguna que otra calma chicha, un bastón, una cigarrera, tres figuritas irlandesas para no oír, no ver y no hablar...

Después de cuarenta y dos años esos consejos se comprenden así:

Dejar de estar pendiente de los sonidos exteriores para escuchar la única voz que podremos usar.

Confirmar que lo que vemos es mucho menos real que lo imaginado.

Retener la opinión para darle tiempo a las hojas y a sus frutos.

Pero

¿Es que no vas a mirarme nunca más?

Ellos y nosotros

Tal vez si los viéramos haciendo algo que conocemos lograríamos verlos.

Un grupo de extranjeros de los paises del tercer mundo.

El primero es un negro con mal aspecto en una esquina de noche que al acercarse la camara imita al Fari.

Un ecuatoriano que dice “Hijos de puta, han matado a Kenny”

Un chino que declara “No me gustan las ratas y nunca las he comido”

Una mujer cualquiera.

Empiezan a conocernos, dentro de unas pocas generaciones ya no podrán distinguirlos, se casaran con nuestros hijos, y aportaran gran parte de los ingresos de la Seguridad Social.

Con ellos somos mas, no demasiados, mas.

Uno que llega en patera y se acerca a la orilla agachado estilo Darwin

Una primera inmigrante hispana de hace siglos que llega por el mar y un ghanes en una patera en juego de imágenes que se encuentran y caminan juntos.

Ella llegó con los primeros hace dos mil ochocientos años, el acaba de llegar.

¿Que diferencia hay?

Se necesita bronce

En un frasco pequeño viene todo y se va. El tamaño de lo ido lo marca la extensión de lo añorado. Es grande el devenir y grande recuerdo el pasado. Entre los grandes me muevo con muecas nacaradas. No estoy presente por imposible serlo. Voy y estoy volviendo continuamente, sin importarme lo llegado y sin poder dejar de hacerlo y ni por un solo estambre me enredo en el enredo de estar vivo. Cuando la lana ya no cede supongo que estoy detenido y es esa quietud a la que llamo estar viviendo.

Enseguida me lanzo a las cavernas del intento del des-nudo y desnudo me deslizo entre los líos que yo mismo he liado, sin ningún otro licor me licuo en desintereses vanos, vacuos, vacíos. Vapuleado con la misma balsa me desentiendo, nada de esto es de lo habíamos hablado. Ustedes me prometieron una vida y no este despilfarro de reveses en la trama.

No importo, ya sé que no importo y que nunca lo he hecho, siempre he preferido lo arraigado a lo transportado, lo deslizable a lo alado. Siempre me he creído más los efectos no colaterales que el objetivo buscado. Al final es lo que sucede lo que cuenta, no lo que hayamos deseado.

No hay males que por bienes no tengamos quienes hablamos con las manos y saludamos con los pies. Exagerados como atletas nos afanamos en alcanzar la plusmarca de lo estancado, no hay nada que nos necesite mas esforzados que la excavación señalada con la equis que llevamos por sobrenombre y donde nos han de crucificar los que intenten hacer algo con nuestra historia.

¿Se nota que he llegado tarde a todos lados?

Lo lamento, es un olor que no se me quita por más que lijo las oportunidades húmedas con que me he manchado, no se me quita y yo frotando provoco eyaculaciones etéreas, llenas de espermas lánguidos contra tu óvulo cubierto de esas fundas resecas del tanto sol que les ponen a los autos en las playas.

Destino

Como azarosas constelaciones de magos se me acercan los amigos y me abrazan. Son mi escalera marmolada, mi esculpida mano entrelazada con la que puedo ir de rama en rama creyendo que la vida es esto que esta sucediendo, no lo que imagino, no lo que temo, no la terrenal destreza de destruirlo todo, NO, la vida es esto que esta sucediendo ahora desde el atardecer que parezco no estar viendo, desde la llamada de la prima que me alegra las gaitas que nunca dejaron de ser sopladas pero que ahí estaban, como arrugados bolsos escoceses y que ella de pronto convierte en estos pulmones llenos de viento y sonido, desde lo que estoy leyendo que me salva y me arrebata, como si la lata nunca fuera a vaciarse, como si haber metido la pata desde el momento en que la estoy metiendo no tuviera precio ni código de barra.

No se engañen: saludaré, como todos, desde el último acto con una quebradura de columna, pero no os preocupéis, suelo hacerlo como las manzanas al desprenderse de la rama. La distancia del suelo es lo de menos, moriré de todas formas, pero no os inquietéis, esa es la idea de este circo de marranos, hundir la elegancia de los cabos al cortarse en el más profundo de los fangos.

Que queque

¿Por qué no me quejo? No me quejo por estar aquejado de un quejido insoportable. Las quijadas se descentran y me es imposible hacer el Quijote. No hay resquicio que lo proteja a uno de este quicio y desquicio. Se me extrapolan los quelonios en una bandada de quesos humeantes que se desbaratan en henchidos hechizos helados y no sé que hacer, pero lo plañidero no se asume como planificador planeante sobre este plano planeta prensado. Una vez mas es la rutina quien pone las etiquetas, esas, fotocopiadas de a millones en la librería de mi supuesta libertad.

Linternas cayendo

La tentación de una segunda vez y de una tercera. La tensión enana en que nos enmarca la tristeza. La suave decadencia de lo propio (para mas datos recordar el sabor ácido de la primer ciruela y la dulzura que hubiera podido tener)

Entonces una constancia de carozo. Un andar cansino y la promesa de que un bidet no nos será nunca suficiente.

Un libro no leído ni añorado. Un secreto, al fin y al cabo. Algo de lo que hemos podido prescindir por no haberlo presentido siquiera. Una verdad impactante a la que hemos ignorado sin siquiera la constatación de lo negado. Eso somos: Una alegre luz que ilumina a cualquier lado.

La torpeza

La brumosa entraña de lo que no es superado.

La celosa condescendencia de lo descartado.

Lo apenas, la tan previsible, lo ya amado,

Todo lo que duele con tan solo pensarlo.

Eso somos.

Los tres ojos en llanto.

Las manos sin saber que hacer.

El cuerpo con una pesadez de barco encallado.

Cuando la melancolía se almuerza,

Cuando somos almorzados por la ira oculta

Del que ya sabe que de nada sirve.

La lluvia en cada uno de los tejados.

Y la seguridad del torpe que cree que un día más no va a matarnos.

Esta mañana

Hacinado como ando entre mis múltiples ocupaciones intento respirar de lo bueno y ando arrastrándome por los bajos del lado de la cama donde estuviste.

Inspiro tus pisadas y en los rincones menos vistos descubro oxigeno.

Esta mañana los procesos se han detenido aparentemente y estático creo que puedo desligarme, desentenderme, enfrascarme en la colección de excusas que como yonqui he ido juntando todos estos meses. Sé que puedo no echarme culpas y no lo hago.

La realidad se me pega hoy como hojas de plátano mojadas en la lluvia.

La verdad es miga de pan húmedo y a picotazos ando, intentando volver a comer.