14 de enero de 2007

Destino

Como azarosas constelaciones de magos se me acercan los amigos y me abrazan. Son mi escalera marmolada, mi esculpida mano entrelazada con la que puedo ir de rama en rama creyendo que la vida es esto que esta sucediendo, no lo que imagino, no lo que temo, no la terrenal destreza de destruirlo todo, NO, la vida es esto que esta sucediendo ahora desde el atardecer que parezco no estar viendo, desde la llamada de la prima que me alegra las gaitas que nunca dejaron de ser sopladas pero que ahí estaban, como arrugados bolsos escoceses y que ella de pronto convierte en estos pulmones llenos de viento y sonido, desde lo que estoy leyendo que me salva y me arrebata, como si la lata nunca fuera a vaciarse, como si haber metido la pata desde el momento en que la estoy metiendo no tuviera precio ni código de barra.

No se engañen: saludaré, como todos, desde el último acto con una quebradura de columna, pero no os preocupéis, suelo hacerlo como las manzanas al desprenderse de la rama. La distancia del suelo es lo de menos, moriré de todas formas, pero no os inquietéis, esa es la idea de este circo de marranos, hundir la elegancia de los cabos al cortarse en el más profundo de los fangos.

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