19 de noviembre de 2009

Tacuarembo

Descansando en la crisis de los cuarenta ando como un pato queriendo volar. Ni muy trabado ni muy lanzado despeino lo peinado frente al espejo que insiste en insistir que el reflejo es mejor que el original.
Ya no me quiebro en las esquinas y eso me ha dado una nueva fortaleza. Habiendo transigido en dogmas inamovibles me es mucho más fácil compartir con otros extraños recovecos ajenos y eso convierte mis relaciones en un ir y venir de preguntas sin respuesta pero con asentimientos cómplices que parecen unirnos.
Por lo tanto es que estoy más cerca de aquellos sueños que por tragármelos tengo estos niveles inéditos de conformidad en vena. De pronto los estandartes que se habían ido convirtiendo en clandestinos desempolvan sus bríos y tímidamente se van ubicando entre las mejores necesidades cotidianas.
Pareciera, que ya es bastante y no confirmo nada, que la vida podría llegar a ser lo que siempre soñé.
Mis hasta ahora elecciones se van poniendo en silla de grupo de apoyo y confiesan que les gustaría cambiar, no sé, que obviamente con estas tuercas es difícil ganar y que a lo mejor es hora de saltar con voz propia.