6 de febrero de 2007

Los labios

La distancia hasta un beso no es siempre la misma, depende exactamente de dos restos de humanidad detrás de los labios porque, lamentablemente, la voluntad de besarse se encuentra perdida en algún lugar del cuerpo que por supuesto no son los labios, ni la lengua, ni siquiera los dientes; si de alguno de ellos dependiera, la vida no seria esta sucesión de bocas ignorándose, no señor, andaríamos buscándonos los morros a cada roce que la pasión bucal nos marcara.

Podría seguir así con cada parte del cuerpo que nos permite el placer y es que son solo instrumentos finalmente, porque la voluntad de ejércelo no reside nunca en el sitio mismo de los hechos. Pongamos por ejemplo los ojos y recordemos como se nos van si una blusa se entreabre para ser rápidamente cerrada por ésa muchacha que nos mira acusadoramente, ¿que mas quieren esos hermosos pechos que ser buscados entre los pliegues como tesoros ocultos?, pero no, la mano esconde ofendida lo que los ojos y no la voluntad del otro anhela, lo bello no se atreve a mostrarse, salvo en determinadas circunstancias de acuerdos tácitos o no y así estamos, reprimidos como novicias en un convento.

Al fin me pregunto que somos: la posibilidad de hacer o la posibilidad de negarnos. Veo la gente que me rodea contando lo que ellos creen una historia de amor, pero solo escucho tentativas y retrocesos, decisiones resultado del miedo mas inmovilizante, que como todos deberíamos saber, es lo contrario exacto del amor. Es tan habitual la quietud que nos ataca que la convertimos en una especie nueva de movilidad, le damos status de vida y creemos haber fracasado en un romance cuando ni siquiera hemos entrado en él. Triste, muy triste, pero así es, alguien se nos cruza agradablemente y cuando las cosas van bien uno de los dos piensa. No creo necesario hacer un detalle de los pensamientos que acaecen como rayos en respuesta a la caricia sorpresivamente emocionante de un congénere... ¿y si me estoy enamorando? pensamos y acto seguido reclamamos cualquier cosa, tipo -¿hace frío, no? podríamos haber ido a otro sitio. La libido o el amor, que al principio se parecen, se esfuma y nosotros damos por confirmada nuestra duda.

Eso es lo que hacemos, generamos confusiones imposibles de resolver y cuando el otro no lo logra decimos -Algo de razón tenia. Si sumamos a esto que cuando vayamos al bar contaremos esto como un tórrido flirteo ya tenemos los componentes de este drama. Las cosas no nos suceden porque nunca llegamos al final de los acuerdos que son el inicio de la sorpresa, de lo no planeado; no nos atrevemos a enterarnos de que la vida nos prepara manjares que nosotros ni siquiera imaginamos...el miedo nos propone conformarnos con lo seguro y conocido del fracaso, lo malo no es que lo ofrezca, lo ridículo es que sigamos aceptándolo.

Mi consejo aquí es más bien simple. Debemos partir cotidianamente de premisas más optimistas aunque alguno les resulte patológico. Si la vida es así, planteo que es así como la hagamos. Digamos por ejemplo: La vida es bella y rodeémonos de aquellos que compartan esta máxima como la verdad más suprema. Aquellos que creen saberlo todo y nos miran desde sus tristes mohines seguramente nos querrán confundir con las miserias a la mano y hasta aun con las lejanas, el hambre en algún lugar, las inundaciones mas allá, la soledad y por supuesto siempre estarán las guerras para convencernos; no nos dejemos arrastrar por la simple razón de que eso sea cierto...decía una amiga que una cosa no quita la otra, mientras comía una enorme porción de torta de chocolate y tomaba el café con edulcorante; al mismo tiempo que su amigo le convidaba cigarrillos a un mendigo preguntándole cuales prefería, ¿rubios o negros?

Yo creo que no da igual y que las personas están dispuestas a recomenzar en cualquier punto del desastre, que lo que quieren es tener la fuerza para aceptar la oportunidad de mostrar lo bello como la mejor forma de salir adelante. Como el caso del francés que logro morir cantando en medio de la guerra, aunque claro, nunca fue muy afinado y, según los amargados, su cadáver se pudra en el mismo campo ensangrentado que el escéptico.

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