6 de febrero de 2007

Aquella siesta

Una tarde. Específicamente no se cual. Recuerdo que era por la tarde. Recuerdo que aun vivías.

Te recuerdo.

Una luminosidad. Un resplandor de siesta, entre la penumbra, entrando por entre las persianas cerradas, sobre la piel de una de tus mejillas.

Sobre la otra dormias.

Afuera, en el jardin, se escuchaba el suave murmullo que el conjunto de hojas de un arbol producian en un roce lento entre si mismas.

Un temblor natural.

Que empezaba subitamente y terminaba, capricho del viento, en una sacudida apenas violenta pero que sin embargo te sobresaltaba.

Apretabas los labios en la mas mínima queja que podías.

Te recuerdo, siempre te recuerdo.

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