6 de mayo de 2007

La cortina americana

Recuerdo tu cama y la ventana cubierta por una cortina americana. Recuerdo las paredes lisas y ligeramente blancas. Recuerdo el silencio que todos dejan. Recuerdo cada una de las palabras no dichas. Recuerdo haber entrevisto la barca nocturna y fantasmal que recorre los pasillos esperando pacientemente a los que van a morir.

(Tan simple como eso. Todo es tan simple como eso. Alguien querido comienza a asumir demasiadas coordenadas de un silencio sospechoso, entonces el final va llegando en forma de dolor y transparencia. Es un proceso rápido o lento pero siempre duro, difícil. Nos metemos en un camino sin luces donde lo peor de nosotros esta dispuesto a saltarnos encima. Intentamos acompañar y lo hacemos, pero eso no quita que sin darnos cuenta nos vayamos apretando contra los espejos rogando desesperadamente que aún continúen allí nuestros reflejos.)

Todo se resume en una cama, tu cama ahora. Es un lugar que fue de otros que llegaron hasta aquí también para morir.

(Morir que es tan solo un segundo. Morir que esta lleno de decenas o cientos o miles de horas previas de agonía. Vivencias que suenan únicas, singulares para los que venimos acá por primera vez, pero acá hay otros que ni siquiera están enfermos y comparten con las visitas la suerte de no saber el cuándo, de no saber el cómo; al fin no saberlo es lo único que nos diferencia de los que están estacionados en este pabellón de enfermos terminales. ¿Cómo será para ellos que ven esto repetirse día tras día? ¿Cómo será para ellos que trabajan intentando detener lo inevitable? ¿Que pensaran del vivir ellos que se visten de blanco y tienen tanto miedo oculto en sus tontas jerarquías, en sus pedestales, en sus burocracias? Ellos deben vivir en este ir y venir de gentes despidiéndose como encargados en una estación de trenes o de aviones. Visto de ese modo, mirado con esos ojos, esto debe ser para ellos como una estación o un aeropuerto. La estación puede ser en Calcuta, puede ser en Mónaco, pero siempre están los muchos que se agolpan en los pasillos, en la sala de espera que ya no es de esperanza. La estación se llena con los que van a fumar en la terraza, los que van a respirar a la terraza, con los que intentan escaparse unos minutos en el bar. Todos trajeron a alguien hasta aquí, un padre, una madre, un hijo. Todos trajimos a alguien que es parte profunda y todos estamos acá tratando de aceptar que hasta acá se llega para no salir más.)

Los demás se irán, como me iré yo, discúlpame por favor. Sé que es de vos que estamos hablando, de tu vida, de tu muerte. Vos no té iras. Tu forma... ésa no sé irá. Esas señales que siempre creímos que eras, ésa unidad que amamos se desdoblará un día y será tu cuerpo por un lado, entre tramites y bolsas de plástico, entre cajones y velorios, tu cuerpo envueltos en adioses y llantos. Con el nos distraeremos y no veremos tu otro yo, tu sonrisa de lo etéreo cuando parta, no veremos tu alivio ni tus ganas de que todo termine ya, que un limite es un limite, que ni vos ni nadie lo ha querido así pero así es y sin querer llegaremos hasta ese cementerio que parece un jardín sin arboles, hasta ese día de sol y de lagrimas y a mi mismo leyendo (leyéndote) intentando despedir eso que ya no sos, eso que metimos en el cajón y están volviendo a cubrir de mundo ahora:

“Ayer murió María Luna. Durante nueve meses parimos esta partida que tenia fecha aunque todos hiciéramos todo en busca de acordar un retraso.” (Un retraso imposible que no hubo con quien negociar, nadie con quien pelearse, alguien que de batalla. Esta claro ahora nos morimos y ya, nada mas, mierda, nada mas)

“Durante nueve meses nos buscamos a los ojos y nos encontramos, cada uno con nuestros agujeros, con nuestras banderas, con la maravilla de cada uno y cada uno con sus defectos. Pero por sobretodo nos encontramos en el amor de María Luna que se estaba yendo.”

“Y sin dudarlo a partir de ese enero le dimos sonrisas y cariño, cosquillas, mimos exagerados, abrazos excesivos y defensas desmesuradas. Le dimos, fundamentalmente, lo mejor y en la mayor cantidad que creo hayamos podido darle.”

“Disimulamos lo que la enfermedad se iba llevando como para no cederle terreno y avanzamos vestidos de domingo en cualquier día de la semana.”

“Fue ella quien nos dio la justa medida, la prueba exacta, expuso la verdad más importante que de lo que nos esta pasando a pesar del dolor y que de el puede salvarnos: que somos una familia y que nos queremos mas allá, y que estamos juntos. Al fin nos conocemos los recuerdos, las leyendas, los dolores. En torno a ella confirmamos lo que tanto la enorgullecía y que tanto busco: una familia, su familia.”

Esta es una extraña forma de carta, disparada por una imagen de una película que estaba viendo. La protagonista tenia un cáncer parecido al tuyo pero eso no me dijo nada. Apareciste, creo, porque el cuarto donde ella agonizaba era tan igual al cuarto donde vos agonizaste que consiguió transportarme a ese tiempo de tubos y adioses.

Tenía la misma luz, la misma, cortada por las rayitas que dejan las cortinas americanas dibujadas en la pared. El mismo ambiente dominado por la opresión exagerada a la que nos somete la muerte cuando se aproxima. Es muy irónico que el recuerdo haya venido desde una película. Irónico porque así me sentía y creo que así nos sentíamos todos, inmersos en sucesos tan irreales y ajenos como si fuéramos actores siguiendo un guión que ya venia con un final que nuestros actos no iban a cambiar. No importaba lo que hiciéramos, las relaciones de causa y efecto no modificaban en lo más mínimo lo único que nos importaba. Es como si no existiera la lógica y además no hubiera existido nunca.

Si llegábamos temprano a visitarte o si nos atrasábamos por alguna ocupación impostergable o trivial: igual ibas a morirte. Si discutíamos con los médicos por el tratamiento creyendo que la firmeza ayudaba en algo, ellos nos miraban con sus caras endurecidas por la visión de estos inútiles gestos: sabían que te morirías. Nada, nada, pero nada nos alejaba ni un centímetro del camino ya marcado. No había gesto humano que nos evitara ese calvario de dolor que significo tu muerte. Era como si todo estuviera escrito: el segundo en que tu respiración de motor se apagara, las llamadas nocturnas, porque sería de noche, las palabras sobrando, nadie llama por la madrugada a alguien que tiene un ser querido moribundo, digo, nadie que no sea yo, para anunciar con solo un - Soy yo, que lo irremediable ya había llegado a nuestras vidas.

No sé como habrá sido ese momento visto desde tu vida ahora, visto desde tu muerte ya. Serian las cuatro de la mañana y estabas sufriendo una respiración espantosa... espantosa, pero imprescindible; lo únicos que te confirmaba no muerta eran esos estertores seguidos de decenas de segundos de una quietud exasperante, para de pronto tomar aire con un esfuerzo de cuerpo entero y caer otra vez en la pausa aterradora. Me acosté a tu lado y te comencé a hablar. Te conté de lo que habían sido estos meses para nosotros, de los intentos inútiles pero ciclópeos para mantenerte de este lado, de la clínica de Perú, de los rayos, las pastillas, de las charlas familiares inconclusas... te hable serenamente de que te ibas a morir, que eso era lo que estabamos esperando, que si te daba un ataque al corazón yo no llamaría a nadie, ¿de que nos serviría aplazarlo? ¿De que te serviría? y lloré junto a tu cama y llorando me fui despidiendo de tus manos de madre, de tus gestos de suegra, de tus mentiras de sobreviviente.

En el momento exacto en que dejaste de respirar instintivamente miré el techo de la habitación pero no vi nada, cuando volví a tus ojos ya estaban muertos. Así fue.

¿Cómo habrá sido desde dentro tuyo? Tus ojos se apretaron muy fuerte cuando dije que solo estabamos esperando que murieras, ese fue el único cambio que pude notar. Un segundo antes estabas y en el otro ya no. Eso fue todo. Fui a buscar a Tagga que dormía en una habitación cercana y apenas me vio comprendió lo que había pasado. En ese momento mientras me abrazaba llorando, en ese momento después de todo el esfuerzo, de todo lo sufrido, en ese instante pensé que seriamos inseparables. Hoy hace mas de un año que no la veo y lo peor es que planeo no verla nunca mas... mi vida sigue... y también la suya... y la de todos, solo, solo... que ya no estamos juntos.

Después del funeral fuimos retomando ritmos y caímos en los problemas de siempre. Juana se terminó separando del Rubio casi al mismo tiempo que Tagga y yo. Antonio se fue a EE.UU., Bergman y Marina no saben que hacer.

¿Cuánto ha quedado de estas palabras ahora que definitivamente te has ido? ¿Cuánto ha quedado ahora que el tiempo ha pasado y casi todo lo que habías soñado y mantenido se ha deshecho?

El tiempo puede ser cruel con los malos cimientos, muy cruel y con nosotros lo fue. No me atrevo a escribirlo pero la verdad es que se nos escurrieron los vínculos como arenas en las manos. Los compromisos, las conductas, liberadas de no sé que guía, se salieron de madre, precisamente y cada uno hizo lo que pudo para seguir vivo... y algunos de nosotros pudimos tan poco.

Me da vergüenza contarte lo que ha pasado. Tengo la esperanza de que de alguna manera lo sepas ya. Si hay un cielo desde el que nos miras ahora estoy seguro que no se puede intervenir, que no hay manera, que solo podes ver lo que pasa y resignarte. Si hubieras podido hacer algo por nosotros estoy seguro de que lo hubieras hecho. Si hubieras podido no nos habrías dejado hundirnos en estas distancias que somos ahora.

Te imagino confiando en lo que nos intentaste dar y siento el puñal de tus propios errores clavándose en nuestra carne, lo siento, pero aquello que construimos también con tus mentiras, se fue y se continuara yendo el tiempo que nos quede de vida. Tal vez sea mejor así, nunca lo sabremos.

Ya no estamos juntos, María, ya no lo estamos. De pronto nos convertimos en seres tóxicos unos para otros y no tuvimos más que alejarnos para no seguir dañándonos. Las aguas se han partido y de un lado quedaron unos y del otro, otros. Yo fluctúo pero solo por un tiempo mas, el final esta llegando y debo decir que falta muy poco para que el divorcio me aleje para siempre de los tuyos.

Ahora vivo tan lejos que me da miedo pensarlo. Es como si me hubiera mudado a la luna o más lejos aun. Guardo con cuidado los recuerdos de el tiempo de vida que compartimos pero así y todo se me deshacen. Tu hija me mando un fax hace unos meses y cuando quise releerlo ya estaba casi borrado: así son los recuerdos para mí hoy.

El final de esta carta, María, me llega años después. Esta es la segunda Navidad que estoy en otro lado que no son los brazos que dejaste. Acabo de hablar con Juana y el alma se me llenó de pájaros una vez más. Ahora puedo decir que es mi amiga, ni ex cuñada ni ex de nada nunca más, para siempre ahora, amiga profunda de mi alma con pájaros que ella despierta desde su vida de construcción constante, desde su ser tía ahora del Nene, que nació de Bergman y Marina que si han sabido mantenerse juntos. nene que nació también de vos, desde vos, con tus mismas manos abiertas de Robinson atrapado en esa isla donde solo pudo encerrarte el miedo de nunca entender la vida que elegiste vivir.

El Nene que nació de unos gestos tuyos que nunca verá como no sea a través de tus hijos. El Nene, al que habrá necesariamente que contarle quien fuiste para que se entienda los ojos que le pasaste desde tus orígenes misteriosos. El Nene.

De Tagga sé tan poco que solo puedo decirte que esta bien pasando por todos los estar mal que se había negado siempre. Su recuerdo y el mío se han separado como todo el resto y tan solo nos ha alcanzado para no seguirnos lastimando, tener buenos deseos para el otro, hasta ayudarnos un poco y que nos parezca mucho... pero hace falta más, más, si eso es lo que debe ser.

De los demás casi nada, no se pudo continuar con ellos por ahora. Esta noche se juntan en lo de Tagga para terminar de festejar la Navidad. El Rubio irá... ¿Iría yo si estuviera allí? No lo sé y no es tiempo de averiguarlo.

Tu Casio sigue siendo el mismo que fue siempre y que solo nos atrevimos a descubrir ahora... ¿Qué más se puede decir de él? ¿Qué más que no te vuelva a matar donde estés? Tal vez desde el nuevo lugar manejes una sabiduría que te permita entenderlo, desde acá es muy difícil y solo queda aceptar y no esperar nada. ¿Se podrá?

María Luna: al fin tengo la serenidad para terminar de escribirte. Solo quiero decirte que me has habitado, que tu vida se fundió en el último de tus momentos con la mía y que ya nos veremos para hablar de tantas cosas y ver si ya comprendiste, un poco, de mi vida de bucanero, tu bucanero, buscador de la verdad, cueste lo que cueste, como material de esencia, como base única posible. Con la frente limpia ahora me despido agradeciéndote cada segundo, cada abrazo, cada gesto de amor, cada cosa buena... de lo demás seguro que no hará falta acordarse nunca más. Un beso grande para vos, solo para vos, especialmente para vos.

No hay comentarios.: