6 de mayo de 2007

El viejo del Coto

El viejo tomó las dos puntas de esa mesa, con suaves tirones la acomodó hasta que pude pasar. Apoyé mi bandeja con el plato de fideos enfrente de la suya. Acomodé el diario que pensaba leer a mi izquierda y me senté. Ni bien apoyé el culo en el asiento él comenzó a hablar. Mientras gesticulaba detrás de esos anteojos de falso carey yo veía como se iban desocupando lugares a mi alrededor, no me decidía a pedir disculpas y cambiarme de mesa; el viejito no paraba de hablar, no me dejaba espacio siquiera para una excusa tonta y las mesas ya se volvían a ocupar; la gorda esa se estaba levantando...señor, discúlpeme, señor...pero a él le daba igual...

...nací en el 19, así como me ve tengo 86 años, fui mensajero, yo siempre fui cadete, a veces mucamo, también trabajé en una cortadora de adobes ahí por Garín, yo lo vi a Gardel en la esquina de Sarmiento y San Martín, estaba paradito con su coche, ese era otro país, sí que era, no como con este hijo de puta, yo conocí todos los quilombos, los de San Fernando, trabajé con Hugo Wast, no me quedé entre las piernas de mi madre, no señor, yo viví en Cosquín, la capital nacional del folklore, antes no era una ciudad como es ahora, mi madre era española, ella vino en barco y yo nací en aguas argentinas, del puerto directo al hospital, a este país lo hicieron los inmigrantes, si no había nadies, mi vieja siempre decía y una mujer con la que viví treinta y dos años, nunca me casé pero qué importa, la tengo ahí en una foto todos los días, la de mi madre y la de ella, hace mucho que murió...

...y el viejo seguía hablando, a estas alturas medio el interés, medio que ya había empezado a comer, me fui enganchando al relato del obligado compañero de mesa en el restaurante-comedero del Coto.

Aparte de lo que contaba quedaba para descifrar su cabeza cubierta por un gorro de lana negro como de marinero, el pelo blanco largo y desprolijo, una campera azul inflada manchada con salpicaduras de comidas, de muchas comidas, de la repetición de muchas comidas...

...yo no vengo nunca acá, voy al de Viamonte, a este vengo los domingos porque el de allá cierra, me pido un platito de algo y me guardo el pan para el mate cocido a la noche, yo no ceno nunca de noche, hace años, (lo dice como alguien que se hubiera forzado a lograrlo), me voy al Coto al mediodía y qué quiere que haga, tengo ochenta y seis años, cobro doscientos catorce pesos de jubilación, es que me equivoqué, no me tendría que haber ido de Tribunales, al final me jubilé de Comercio, y me equivoqué, vivo en Lavalle doce doce, esos hijos de puta tienen toda la vereda sucia, no les importa nada, llegan tarde, se van temprano, yo cuido la caldera de Lavalle doce doce, saco unos pesitos, a veces el diariero, este muchacho, me pide que vaya al banco, Sarmiento y Callao creo, pago las cuentas, yo siempre fui mensajero, hasta segundo grado hice, después me mandé a mudar, yo no viví entre las piernas de mi madre, hay pocos hombres que saben cómo se llama lo de abajo de las mujeres, !je, je!, a que usted no sabe, ...vulva se llama, todos le dicen concha pero se llama vulva...ni las mujeres conocen, antes era diferente, había como una decencia, no eran todas reventadas como ahora, si usted hubiera visto ésa exposición como yo la vi, no hubiera podido dormir...

...tenia los ojos claros, nublados y uno se le piantaba para un costado, no estaba confundido, estaba ensimismado, hablaba solo pero la cordura le alcanzaba todavía para necesitar un interlocutor...era un hombre mayor el que tenía sentado ahí, un tipo que estaba vivo y parlante, una historia de vida casi completa. Mi natural tendencia a respetar lo vivido de su piel, mi desconcierto vital, la seguridad de que algún día yo mismo podía ser sus manos arrugadas, todo eso me retenía...

...era la exposición ahí en la calle Corrientes entre Rodríguez Peña y Callao, después hubo una en un terreno que está ahí en Esmeralda y Corrientes, ya no hay de esas, venían en barco, ahí usted tenía las tres razas, la blanca, la amarilla, la negra...todas las enfermedades, no se podía dormir después, yo trabajé como mucamo de muchos médicos, vi las fotos de muchos libros, en la exposición mostraban una mujer dando a luz con todas las venas de acá, de la frente, hinchadas, terrible, y ahí nomás le hacían como una tijerita con las manos y agarraban a la criatura y le daban una, le daban dos, le daban tres palmadas y ahí el bebé se ponía a llorar, a gritar, a berrear, no sé por qué lo hacían, ellos hacían como una tijerita con las manos ¿ me entiende ? y agarraban a la criaturita y le daban una, le daban, no sé si me explico, era para que la criatura llorara, vaya a saber por qué pero si ellos lo hacían tenga por seguro que era por algo...

...solo, hablaba solo. Miraba para todos lados como vigilando que no lo vigilaran. De vez en cuando miraba por sobre su hombro y se rascaba la barba, rehacía el nudo de su bolsa de pan, amagaba con irse pero se quedaba...

...la gente cree que las monjas son gente muy especial pero son gente como cualquiera como decía la madre superiora, una superiora que conocí en Rosario, yo viví en Rosario, son como todos, tienen sotana, hábito pero nadie se va virgen, eso te lo aseguro, nadie se va virgen, a lo mejor los angelitos, esos bebés que se mueren sin hacer mal a nadies, nadies se va virgen, en Rosario, viví en Rosario, en Pergamino, viajé mucho, yo no me quedé entre las piernas de mi madre, a ella nunca le faltó nada, lavaba la ropa en el río, como en España, yo no conocí España, se vinieron tres varones y tres mujeres, no quedó nadies allá, tengo una pariente pero es medio nariz parada, no me da bola, al final no se llevan nada de acá, si pudieran se lo llevarían, llenarían el cajón de oro pero no pueden...

...estamos cruzados en las mesas, uno casi enfrente del otro, me habla tanto de su pasado que se ve claramente que es ahí donde vive. La ropa que usa es actual pero me lo imagino con la ropa de la época, es en ese momento cuando más anacrónico se me vuelve en este ambiente de plástico fast-food, de comida impersonal, lugar falto de ritos y presagios, todos de paso, el viejo y yo, de paso, terriblemente de paso...

...yo trabajé para gente de dinero, había una señora muy mala, muy mala, sacaba chicas del Buen Pastor, ahora creo que hicieron un loquero de mujeres, las pellizcaba, las llevaba a trabajar de mucamas, las pellizcaba, un día yo vi como una se bajó los calzones y ahí nomás le orinó la olla de la comida y después se la sirvió a ésa vieja turra, yo lo vi, se bajó los calzones, se agachó un poquito y le meó la comida... si la mucama quiere que el patrón coma mierda, el patrón mierda come... téngalo por seguro, si yo le contara, imagínese con ochenta y seis años, mierda come, si la mucama quiere, el patrón mierda come...

...qué decir de un tipo así, era tan flaco que se le adivinaba la calavera detrás de la piel arrugada, la nariz un poco deformada por el anteojo y la barba crecida y blanca. Él era también la maravilla de un ser humano. No sólo estaba vivo, aseguraba ser feliz...

...tanto tenés, tanto valés, eso decían, tres cosas hay que cuidar, la honradez, la salud y la plata, si no tenés un peso estás perdido, pero yo no me quejo, me ha ido bien... en ésa exposición entraban un día los hombres, otro día las mujeres, los conscriptos no pagaban, no se podía ver con mujeres, había muchas cosas inconvenientes, las mujeres no son sólo para la cama, no, yo la recuerdo mucho, una buena mujer, mi madre y ella, las tengo ahí arriba, las de hoy son todas reventadas, ¿ vos ves conscriptos por la calle ? ya no hay, se gastaron toda la guita los hijos de puta, en ésa época entraban todos gratis, era otra cosa, me acuerdo de cuando vino Getulio Vargas, eso sí que era impresionante, vos entrabas, te regalaban café, nunca me olvido, si yo te contara, y el príncipe de Gales, ese dejó todo por amor, unos señores, café te regalaban y un montón de cosas que ya ni sé, claro, era la exposición de Brasil, …yo lo vi a Gardel en la esquina con su coche, acá venían muchos barcos de guerra, antes, venían muchos...

...un tipo humilde, para nada vencido, este comedero le daba la posibilidad del sustento básico, socializaba como podía, lo tomaba como un paseo, avanzaba por la realidad envuelto por las brumas, por el rum-rum, motor cansado de sus pensamientos...

...vivo en un departamento, sólo pago las expensas, la dueña me quiere mucho, gano doscientos cincuenta pero para mí son como quinientos por lo del departamento, tienen mucha plata, ya no tengo familia, hace como seis años que no voy a Cosquín, se murieron todos, trabajo en Lavalle doce doce, el tipo le da el edificio a una empresa que lo administra y él espera la platita, la pobre mujer es una cornuda, lo vi al tipo con la secretaria de una de las empresas que alquila ahí, los vi en el Coto, en el rincón de las ánimas, me vieron, ella me saludó, si es un hijo de puta, le da los departamentos a una empresa, no se puede creer, él sólo espera la plata y se la mete en el bolsillo...

…el viejo se enojaba, se alegraba, golpeaba el puño contra la mesa, revisaba el nudito de la bolsa azul donde guardaba el pan que se reservaba para el mate cocido…me hablaba de un tiempo tan distinto…tenía las cejas tan espesas, se necesita mucho tiempo para que te crezcan tanto, le ponía picardía a sus cuentos mirándose la entrepierna y…

...y uno se va poniendo viejo...este hijo de puta agachó la cabeza y no la levantó más, en invierno casi no lo encuentro, en verano es como que se estira el guacho, todo blandito, agachó la cabeza y no lo vi más, es que uno exagera, usted me entiende...es que canté mucho con los cinco latinos, cinco contra uno, usted sabe, la paja, todo el mundo se masturba, nadies se va virgen, hasta las mujeres se masturban, encuentran el botoncito ahí abajo y no las parás mas, !je!, el botoncito, los cinco latinos, los dedos, cinco contra uno...

…yo quería comentarle algo de lo mucho que me estaba contando pero las veces que lo intenté no me dio bola y si alguna vez puse en duda lo que estaba diciendo…

…yo no sé pero en ésa época era así, un día iban las mujeres, otro día los hombres, no era cuestión, los organizadores eran gente seria, eran de Europa, traían todo en barco, había muñecos de cera, los conscriptos entraban gratis, estos hijos de puta…en Cosquín se podía ver a los tipos en sus reposeras, ahí nomás en la vereda, cada uno con su escupidera, no se podía escupir en el piso, estaba prohibido, los tipos no podían fumar, ahí se curaban porque el clima es bien seco, no sé, parecen que no van más…será así, por algo los médicos les dirían que vayan, agarre sus valijas y váyase para Cosquín, ahora es la capital del folklore, en aquella época estaba el de la panadería, después se ganó la lotería, ahora corren todos con el Loto, si yo te contara, puso un sanatorio, parece que le fue mal…Hugo Wast tenía una oficina ahí en la Galería Güemes, entrando para el lado de la calle San Martín, qué descuidado está ese edificio, con lo importante que es, descuidado, como donde yo vivo, ni limpian la vereda, yo me ocupo de la caldera, tengo un recomendado, a veces viene, a veces no, se va a las siete, siete y media, yo me quedo hasta las nueve, sí señor, todos los días, como debe ser, ahí tengo un departamento, a la dueña la conozco de chiquita, doscientos catorce pesos de jubilación, doscientos cincuenta de sueldo, yo cuento como que son quinientos, pago las expensas…

…ahora me doy cuenta de que hubo cosas concretas de las que no hablamos, si había tenido hijos, hacía cuánto se había quedado viudo…no digo habérselo preguntado pero haberlo llevado al tema, no hablaba de rutinas, ni de agobios, su vuelo por la realidad era tan rasante y veloz que parecería que lo que contaba sólo lo había vivido para poder contarlo…

…y ya estoy viejo, me olvido algunas cosas, qué tiene de malo eso, sólo me las olvido, puse un cenicero acá y al rato no me acuerdo, sólo eso, voy a un lugar y no sé para qué pero al rato ya sé y bueno…no me quejo, la vida es buena conmigo, me iría a vivir a Cosquín pero no puedo, si acá con el departamento apenas puedo, me imagino allá…

…la despedida se estiró largo rato y le di la mano y él me la dio afectuosamente varias veces, lo último lo escuché de pie ya en la calle. En un momento comenzó a alejarse mientras me repetía...Miguel Julio García, Lavalle doce doce, un gusto, un gusto…caminaba a saltitos mirando hacia los costados, mirando las caras que se le aparecían “como buscando a alguien, tratando de reconocer o reencontrarse con alguien de los muchos que lo habitaban desde el principio de su tiempo”. Lo dejé adelantarse, me distraje unos minutos, avancé hasta la esquina y al doblar lo vi, inclinado en el puesto de diarios, jugando con el nudo de la bolsa azul…-si yo le contara…alcancé a escuchar y me fui.

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Ya en la tranquilidad de mi casa la impresión que me había producido el viejo fue lentamente sobrepasada por las urgencias y otras situaciones que también me impresionaron por esos días; aun así, varias veces volvió a mi memoria la imagen de este hombre que se perdía lentamente avenida Cabildo abajo. No sé por qué pero algo me hería en el resabio de ese encuentro...mierda, algo que al menos pudiera sacarlo de ese círculo de soledad, sería mi inevitable pensamiento mágico; sería que de alguna manera intentaba encontrar un final más digno para este hombre de piel dura y plegada y a la misma vez buscármelo para mí; este hombre que ya estaba solo, que ya había sido tocado por la flecha que nos persigue a todos; este hombre al que sólo le queda esperar; este hombrecito pequeño al que me le crucé en la vida y él que casi ni me notó, pero que dejó profunda, profunda huella en mí.

Unos meses después, pasé por la calle Lavalle a la altura del doce doce, supongo que para confirmar su existencia y lo vi baldeando la vereda, estaba murmurando cosas envuelto en su campera azul; tuve que llamarlo varias veces para que levantara la vista, tardó en recordarme y creo que al final nunca supo quién era ni le importó mucho. Lo invité al Coto de Viamonte y tomamos vino en botellitas chicas, como cinco, fumamos unos cigarrillos de hoja y él me contó detalle por detalle de su vieja, su mujer, el día que lo vio a Gardel, la turra de Rosario, Hugo Wast y los quilombos de San Fernando.

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