27 de enero de 2007

Carta de un cierto día

Querida Paula:

Hoy entré en un bar de mi pueblito a encontrarme con un proveedor.

Hoy entré a un bar unos minutos antes que un joven de no más de treinta y su novia, borrachos como cubas, decidieran buscar pelea con el dueño del bar que hacia lo posible por no liarse.

Hoy entré a un bar minutos antes de que un joven sacara una navaja, cruzara la barra e intentara clavársela al dueño del bar que se defendía como podía.

Tarde un segundo en llegar pero me pareció una eternidad.

Me vi esquivando navajazos doblándole el brazo a un hombre joven y deteniéndolo sobre el mostrador.

En mi apuro por ir a ayudar se me salieron las sandalias y me corte con los vidrios que se iban rompiendo a medida que la mujer histérica estrellaba vasos contra el espejo sobre nuestras cabezas.

Por un momento sentí como la vida se convertía en un carrusel descontrolado y las caras llenas de sangre y los golpes y el estomago cerrándose en un nudo que aun me dura.

La policía tardó medio hora en venir y mientras gritos, conatos de pelea, mentiras y sobretodo...

Sobretodo:

La violencia como forma, la violencia como paso, como aire, como ámbito.

Se come violencia, se la escucha, se la sufre, se la produce, se la calla.

¿Estamos tan locos como parecemos los seres humanos?

Será que si, que no hay más, que es eso y ya está.

Este mundo sigue siendo para mí un misterio absoluto.

Cuando llegaron los guardias confirme que estaba todo aquietándose, que había testigos suficientes y me fui, aparte no hacia falta tener más problemas con lo de mis ya difíciles papeles.

Cuando llegué a casa vomité. Ya no tengo nada pero seguiría, inútilmente, porque lo que me tragué ya me forma, ya es mi carne y mi humor.

Al otro hombre joven, al dueño del bar, le pincharon la cabeza con una navaja.

Fue porque si, porque el otro hombre estaba borracho. Nada más.

Entonces recuerdo tu carta y tu voz y me alegro de saberte también en el mundo.

Llama Bárbara que encontró casa y que su embarazo del Ronie sigue adelante, tres meses ya, del tamaño de un puño se lo ve en la ecografía, seguro que si acercaran la cámara estaría sonriendo: va a tener unos padres geniales.

El mundo da y quita, quita y da.

Las cosas se van equilibrando.

El nudo sigue.

Después de todo esto vuelvo a tener perspectiva.

Todo solplo es un soplo.

Y lo único que vale la pena vivir en esa brisa son tus ojos y los míos, solo todos los ojos rojos como oro que saben mirarse y cuidarse y dar y continuar la rueda de la paz.

Tal vez nunca nos veamos, no lo sé yo, pero quiero decirte que están siendo un honor, un placer, una puta maravilla nuestros intentos por comunicarnos, por leernos los labios en la oscuridad. Que a esta humanidad no le dará lo mismo que lo estemos tratando, digo yo, y si le da igual es que a mi no, como parte de ella, a mi no me da igual y estoy seguro que a vos tampoco.

Ni a Bárbara, ni a Ronie, ni al hijo por venir ni al otro que ya esta aquí.

Seguramente te costará entender este revoltijo, pero esto soy hoy, creo que es diez y seis y estoy seguro que de mayo y del dos mil uno. Esto soy ahora tratando de remontar la alegría. Al mediodía vinieron Pato y Luis, Belén y Maripaz, Víctor, Sara, Teresa. Vinieron con sopa de cocido madrileño y yo hice champis con ajito, alcauciles con jamón y pan de carne estilo árabe.

Tomamos cerveza y de postre chocolate con frambuesas y café. Sacamos la mesa al sol y cantamos canciones de Serrat y José Luis Perales.

Esta mañana me tiré en el pasto y jugamos con Poema a los besos y los revolcones.

Anoche tardé una hora en hacer dos cuadras volviendo de casa de Ari y Belén mirando las estrellas enormes del cielo de aquí.

Hace unas semanas que estoy extrañamente lúcido conmigo mismo que me he lucido, tía, escuchándome los crujires, los desgarros de viejas estructuras.

Creí estar más cerca de volar y no va a ser este hondazo que me baje.

Dentro de los planes para que no se me abra la puerta del mundo feo esta concentrarme en lo bueno que me rodea y te agradezco.

No te preocupes y muchos besos, amigalma. Perdón por el bajón.

Pablo

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